REDR

Artículo de P. A. Marín Estrada, publicado en El Comercio.

Están ahí, en cada barrio, pueblo o aldea hay una. Sus aulas, hoy vacías de mobiliario escolar, albergaron a las últimas generaciones de niños que pudieron cursar sus primeros estudios en su lugar de residencia por grande o pequeño que fuese. Clausuradas en su gran mayoría como consecuencia de la Ley General de Educación de 1970 o posteriormente, a medida que los núcleos rurales perdían población y a merced de las sucesivas reformas del sistema de enseñanza, hoy siguen en pie y abiertas para usos muy distintos a los de su cometido original. Recorrer hoy estas viejas escuelas con nueva vida es asomarse a la historia de la instrucción pública en nuestra región. En las primeras décadas del siglo XX, los emigrantes que habían hecho fortuna en América plantaron en su tierra la mejor semilla para las nuevas generaciones de sus paisanos más desfavorecidos, especialmente en el medio rural. Por toda la geografía del Principado podemos hallar ejemplos de estas iniciativas altruistas. En concejos como el de Boal sus naturales asentados en Cuba llegaron a formar una sociedad para la creación de colegios gratuitos de primeras letras: sus frutos forman ahora una red de museos municipales, como el dedicado a la apicultura en Os Mazos, a la industria del hierro en Rozadas o a la propia experiencia de estos indianos como el de San Luis, en el que se recrea un aula de esta época. En el Oriente, la otra patria natal de buena parte de los emigrantes asturianos, abundan igualmente los centros docentes fundados por ellos y también es posible visitar un aula original en el centro vecinal de Balmori. Viñón, en Cabranes, alberga en el colegio fundado en 1908 el Museo de la Escuela Rural, con una interesante colección y la reproducción de sendas aulas, una del periodo republicano y otra del franquista.

Transformar en uno de esos espacios museísticos su antigua escuela, en la que se conserva todo su mobiliario original y la vivienda de su última maestra, es la aspiración de los vecinos de Perlín, en Oviedo. Por boca del presidente de su asociación, Luis Ángel Alonso, expresan su disgusto por el estado de deterioro del edificio y por «el desinterés de un Ayuntamiento, que tiene totalmente abandonada la zona rural. Llevamos más de un año sin obtener respuesta a nuestra petición», se queja. Otros colegios rurales ovetenses han tenido mejor suerte, como el de San Andrés de Trubia, hoy centro vecinal y de salud, o el de Priorio, un albergue cedido a Proyecto Hombre para su programa Reciella, destinado a menores y jóvenes con problemas de drogodependencia.

En Villaviciosa hay varias muestras de los múltiples usos dados a sus escuelas. La de Poreñu, Pueblo Ejemplar en 2017, es sede de la asociación 'La Capilla' y de una colección etnográfica con donaciones de los propios vecinos. En Sebrayo, el colegio, prototipo de los últimos centros docentes rurales construidos en los años 60, es una hospedería para peregrinos. Albergue, en este caso juvenil, es el destino que tienen las antiguas aulas escolares del poblado de Bustiello en Mieres. En Sotu d'Agues, Sobrescobio, son biblioteca municipal y en Barros, Langreo, un taller de educación y experimentación artística del colectivo La Casa Verde, que comparte espacio con un grupo de teatro. Algunos de estos edificios han sido adquiridos por particulares para su utilidad como establecimientos de turismo rural, como en La Braña, también en Langreo, Collía en Parres o Buelles en Peñamellera Baja.

Para muchos estudiosos de la crisis demográfica rural cada uno de estos edificios es la 'zona cero' que marca el comienzo del abandono de los pueblos. Afortunadamente, las antiguas escuelas habilitadas en la actualidad para nuevos usos, son también la prueba de que la vida sigue allí, aunque no sea igual a la que un día albergaron y el futuro ya no se vislumbre en el cuaderno en blanco que una mano infantil abría en su primer día de clase.