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En su relato vital, Marta Reinares (Logroño, 1976) no puede ocultar su espíritu luchador, el que le ha llevado a batallar contra corriente, a hacer realidad sueños, quizá imposibles, en un mundo creado para una sociedad demasiado urbana. Premiada por el Ministerio de Agricultura a la ‘Excelencia a la innovación en la diversificación de la actividad económica en el medio rural 2018', por su labor en la Residencia Campo Romanos en la localidad zaragozana de Romanos, explica su batalla, aún diaria, contra muros complicados. Una residencia que dispone de 25 plazas de internos, y 15 de centro de día.

"Yo venía de Zaragoza. Estudié Trabajo Social y acabé en 1997, pero hasta 2003 no pude trabajar de ello, así que hice de todo, incluso monté una empresa de pintura de brocha gorda en la que era yo la que pintaba y me compré una furgoneta, que me ha venido muy bien ahora. Mi objetivo fue siempre crear una residencia, y aprendí mucho en las que estuve en Zaragoza". Y con esas ganas llegó a Romanos y se encontró de frente a una sociedad "que pensaba que iba a hacer una granja de pollos, como me decían, porque no encontraba terreno y la hice en una tierra rústica de mi marido, que hubo que cambiar, hacer urbanizable y llevar la luz, y el agua...". Invirtió 600.000 euros de sus ahorros, de fondos Leader de la Unión Europea, de créditos bancarios; y tuvo que comprar una casa y hacerla apartamentos para que vivieran sus trabajadoras, que llevaron incluso niños a un pueblo sin ellos. Desgrana todos los problemas, invisibles y simples, como que no llegue a Romanos ni el tren ni el autobús, que no puedan sacarse el carné de conducir, lo que les incomunica aún más; que se queden días sin teléfono por una avería o que no haya cobertura dentro de la residencia y para hablar con el médico, que está en Daroca, tengan que salir de ella. "Cuando oigo eso de la lucha contra la despoblación... En esas reuniones siempre hablamos de lo mismo, del grave problema de la vivienda, las comunicaciones, y quienes deben hacer algo son las administraciones, y los ayuntamientos, porque en Romanos no pueden ayudarme porque no hay liquidez y eso que gracias a la residencia hay 32 censados más en un pueblo que tiene 40 en invierno".

Ha creado 19 puestos de trabajo femeninos, con contratos que concilian, "porque hay mujeres que aún cuidan a sus padres y adecuo sus necesidades. Es la única manera de dar oportunidad a mujeres muy válidas. Porque la mujer aquí tiene una doble lucha, contra los prejuicios de una sociedad envejecida y contra la fuerza del mundo rural más conservador para el papel que debe desempeñar". "Las mujeres que estaban cuando llegué eran mayores, no participaban en nada, porque estaban acostumbradas a estar en la sombra, a sacar adelante sus casas, la agricultura, la ganadería. Es cierto que algunas admiran lo que he hecho, pero no participan, no van a un pleno del ayuntamiento a expresar problemas. Por ello no estamos representadas. Vienes a un sitio donde mandan ellos y las mujeres han asumido ese papel de sumisión. Gracias a Dios estamos cambiando las cosas, pero es complicado".

Y abre una gran puerta al explicar, entre proyectos para ampliar y mejorar su residencia, que en el mundo rural hay "una nueva generación de luchadoras, de mujeres en primera línea, personas que, como por ejemplo en Cerveruela, han creado una granja escuela y un albergue". Porque las mujeres de entre 30 y 50 años tienen otras ganas, "y que parece que "no estamos tranquilas en casa", que fue lo que una me dijo cuando llegué, esa terrible frase de "qué necesidad tienes de trabajar si tu marido ya está. Y no es eso, no, porque en esta generación estamos en otra lucha".