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La vida entre vacas, ovejas y megas

09/06/2020 Área: Desarrollo rural Fuente: noticias de gipuzkoa

La vida entre vacas, ovejas y megas 

  • 2.000 caseríos de Gipuzkoa se han beneficiado ya de la ampliación de banda ultrarrápida iniciada en 2018 en el medio rural. Especialmente los que tienen hijos escolares, no saben qué habría sido de ellos si la pandemia les hubiera pillado sin wifi.

Reportaje de Mikel Mujika y Ruben Plaza, publicado en noticias de Gipuzkoa.

Ander no utiliza el móvil para llamar, pero lo maneja con destreza. Es el medio de comunicarse con sus amigos, de compartir cosas, de vivir su juventud. Pone cara de circunstancias cuando le preguntamos si se llaman por teléfono. Es la era de las redes sociales y WhatsApp. Dice que su padre "justo, justo sabe encender el móvil" y Fidel, el cabeza de familia, asegura con un gesto que lo utiliza "solo para el trabajo (hace el gesto de la llamada)". Natural de Bidania-Goiatz e hijo del caserío Goiko Etxe de esta localidad de Tolosaldea, Fidel es ganadero y se dedica, junto a su esposa Edurne, a las vacas lecheras. Son unos de los beneficiados de la banda ultrarrápida instalada en los dos últimos años en zonas rurales de Gipuzkoa y que ha llegado a 2.000 caseríos del territorio. "No sé qué habría pasado si esto nos pillase antes", aseguran, en referencia a la pandemia.

Las clases 'online'

Los tres hijos de Edurne Gaztañaga y Fidel Iraeta, Aratz (17 años), Ander (15) e Intza (12), han necesitado conexiones de alta capacidad para seguir sus clases durante el confinamiento y ha habido momentos, asegura Edurne, la madre, que "los tres han estado haciendo una videollamada al mismo tiempo y no hemos tenido ningún problema. Ha ido de maravilla". Cuatro ordenadores portátiles y cinco teléfonos móviles con datos ilimitados, además de televisión premium, es la realidad que viven en este caserío lleno de vacas y megas.

Sintonizar una emisora en Donostia y llegar hasta el corazón de Gipuzkoa, en medio del monte, es tarea complicada. En Tolosa giramos hacia el alto de Bidania, en sentido a Azpeitia. No son muchos kilómetros, pero en el alto de Bidania, la radio dice agur y nos quedamos con el ruido del motor y la expectativas de que pronto llegaremos a nuestro destino.

El caserío Goiko Etxe es fácil de encontrar: solo hay que tomar dirección a Urraki y lo vemos al pie de la carretera. Fidel nos ve llegar y aparca las vacas por un momento para atendernos. La familia entera nos espera en el atari del caserío. Solo falta la amona. La madre de Fidel.

La fibra óptica recorre la fachada. "Ya hace un tiempo que la subieron hasta el pueblo, han ido poco a poco; estaba metida hasta el poste aquel", señalan; y en 2019, "hace un año o así, la pedimos y nos la pusieron". Antes, reconoce Edurne, los datos de telefonía se racionaban, mientras hoy los megas bailan por las distintas estancias del caserío, esquivando vacas y terneras, unas 130 cabezas de ganado en total. "No sé qué habría pasado antes. Ahora se ha visto lo que vale esto", reconoce Fidel, el que menos datos consume de la casa. Edurne se para a pensar "qué habría pasado con los estudios" de sus hijos durante el confinamiento sin la posibilidad de seguir las clases online.

Aratz retomó las clases presenciales esta misma semana y el viernes terminó el curso con un examen. Estudia Formación Profesional en el Instituto de Máquina Herramienta de Elgoibar y con su chromebook a toda velocidad las videollamadas no tienen ningún misterio. Quien sí tuvo problemas, asegura, fue un profesor que vive en un caserío de Mendaro. "La conexión no era muy buena y a veces se veía borroso", cuenta Aratz. Hace un año en su casa de Bidania-Goiatz la situación habría sido igual.

Pastores del siglo XXI

En Orendain han apurado más. Si la pandemia se hubiese adelantado un mes, "mis hijos no podrían hacer los deberes, eso está claro". Así de contundente se muestra Maider Murua. Su marido, José Antonio, y ella se ganan la vida como pastores y productores de queso Idiazabal: Zelaieta; viven del ganado y cuando ustedes lean esto estarán instalados ya en su chabola de Enirio, en Aralar. A medias ella y sus tres hijos, Ioritz, Oier y Uxue, de doce, once y cinco años, que hasta que termine el curso escolar bajarán abajo (Orendain) entre semana y subirán a Aralar el fin de semana. Estudian en Alegia.

Pero la banda ultrarrápida no solo ha salvado los estudios de los tres pequeños de casa, sino que ha facilitado mucho la vida de Maider en la gestión de su explotación agroganadera. "Yo ya necesitaba una buena conexión para el trabajo: ahora, por ejemplo, puedo enviar por email la declaración trimestral del IVA; pero sobre todo para hacer la guía", el documento necesario para enviar sus corderos al matadero. "Sin guía, no matan los animales. Y luego, desde la Diputación ya cualquier cosa no la envían por correo ordinario... Me hacía falta", señala.

La Oficina Comarcal Agraria (OCA) de Ordizia tiene a disposición de los baserritarras un ordenador para este tipo de gestiones. "Mi problema era que si llamaba el transportista una noche, diciendo que pasaba a primera hora de la mañana, tenía que bajar a Ordizia a hacer la guía, porque hasta última hora no sabes a qué matadero tienes que ir; y tenía que dejar todo el trabajo, porque entre ir y venir se me iba una hora. Para el que está solo, es mucho lío, porque tienes que dejar de ordeñar los animales", dice.

Antes de febrero, sin la banda ultrarrápida, "la señal era muy baja" en el caserío Zelaieta ; "no llegaba bien. Lo intenté con varios operadores y luego estuvimos con una empresa pequeña que se instaló en el pueblo, pero empezaron con problemas y no venían a arreglar las incidencias", lamenta Maider. Ahora todo va rápido. Hasta la televisión.

Solo de pensarlo, se cabrea. "¿Qué habría pasado si los chavales no hubieran podido seguir las clases online? ¿Tendrían que repetir? ¿Cómo se quedan?", se pregunta. El mayor, Ioritz, en primero de ESO, se ha defendido bien, pero "al principio le costó". "Esa es otra, si no tienes Internet, no salseas y no aprendes con el ordenador; menos mal que enseguida le ha cogido. En 20 días hemos hecho un cursillo acelerado en el que yo -bromea- me he perdido por el camino. Tiene un mérito tremendo lo que han hecho nuestros hijos", concluye.

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