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El Gobierno de Cantabria homenajea a las maestras a través del reconocimiento a cinco profesoras que dejaron huella

08/03/2011 Área: Mujeres Fuente: Diario Montañés

Son mujeres que no hicieron distingos entre niños y niñas. El homenaje que se las rendirá el jueves se iniciará a las 18.00 horas en el Palacio de Festivales de Santander y será similar al de años anteriores: un vídeo explicará su trayectoria y se les entregará una pequeña joya de Isa de Monés. Acudirán la vicepresidenta del Gobierno Dolores Gorostiaga y la directora general de la Mujer, Ana Isabel Méndez.

'Fue, hecha realidad, la maestra soñada por cualquier niño', resume el antiguo alumno de una de ellas. Han pasado décadas y hoy los hombres y mujeres a los que educaron se han acordado de la señorita Mari Paz, de la seño Marlén, de Ana, de doña Emilia, de la señorita Tere. Todas, mujeres que fueron capaces de iluminar los ojos de sus escolares, tanto si sólo había pupitres viejos y una pizarra en la clase como si ya había ordenadores y calefacción.

Las cinco elegidas llegaron a la enseñanza en unos tiempos en que las escuelas eran lugares inhóspitos, donde todavía se abría a diario la enciclopedia y los niños y las niñas aprendían por separado. Han vivido el inmenso vuelco que han dado los colegios, el sistema educativo y la sociedad. 'Antes, en las familias había respeto por el maestro y, en un conflicto, no se le daba la razón al niño. Ahora, en muchos casos es al revés', lamenta una. Pero todas, también, han sido disfrutadoras confesas de su profesión.

En realidad, este reconocimiento es un viaje de vuelta de aquel que estas mujeres hicieron de ida: ellas se volcaron con sus chicos, les hicieron crecer, les animaron a estudiar incluso en condiciones muy adversas, les despertaron la fantasía y les hicieron empaparse de lo que es recto y correcto en las relaciones humanas.

Les ha llegado la hora de recibir el aplauso de aquellos con los que derrocharon paciencia, porque no las han olvidado: sus nombres (y no otros) fueron los primeros que recobró su memoria cuando se difundió la convocatoria del Gobierno regional, que dedica cada 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, a enfocar a un grupo específico, para que se le vea.

Este año les tocó a las profesoras. Y en muchos pueblos de la región y de la capital empezaron a descolgarse teléfonos. En Reinosa no hubo duda. Tenía que ser la señorita Tere, quien desde la infancia -hija de enseñante- jugaba a las maestras. Teresa Oviedo ejerció 35 años en el colegio público Concha Espina, larga etapa que considera 'un privilegio'. Porque pudo enseñar a sus niños a ser creativos, 'a abrirles ventanas, a estimular su lado afectivo, lo manual. Quería que supieran hacer un poco de todo, que desarrollaran distintas capacidades y los padres lo entendían muy bien'.

En este centro siempre estuvo en Educación Infantil 'en los que fueron los mejores años de mi vida docente: he sido muy feliz, porque los niños dan mucho'. Ella, por su lado, se obligó a avanzar con los continuos cambios. 'La diferencia entre el momento en que empecé y el actual es abismal. Yo me apuntaba a las innovaciones, pero no las ponía en marcha en el aula hasta que estaba muy segura'... porque por medio estaban los chiquillos.

Jubilada, y también encantada con una jubilación llena de actividades, Teresa sigue pensando lo mismo que en sus años en activo: independientemente de los recursos materiales, mayores o menores, 'la escuela es, sobre todo, el profesional que sabe mover los hilos'.

Muchos de estos hilos tuvo que menear Mari Paz Marqués cuando llegó al colegio de un barrio de Ramales de la Victoria en 1954. 'Aquello era durísimo. Una vez, un niño faltó a clase y, al preguntarle el motivo, me contestó: es que mi madre me tuvo que lavar el pantalón y no había secado'.

La precariedad era tal que, para que los niños no se congelaran de frío en clase, y dado que no había conserje, la señorita Mari Paz iba con antelación a encender la calefacción y caldear el ambiente.

Luego pasó al 'Príncipe de Asturias' de Ramales, donde fue directora cinco años, y acabó su carrera en el colegio 'Fuente de la Salud' de Santander. Dice que su existencia como maestra 'ha sido lo más maravilloso que me pudo suceder. Si volviera a nacer no me dedicaría a otra cosa. ¡Es tan grande cuando los enseñas a leer y ves que hay un día en que empiezan a ir rápido, rápido!. Es muy emocionante, algo que no se puede explicar'.

Unos años irrepetibles

También para Marlén Criado los años centrados en la enseñanza son irrepetibles. Se despidió de las aulas del colegio de El Sardinero hace cuatro años y todavía no ha encontrado nada que la llene como su trabajo. 'Cada edad tiene su encanto', afirma sin poder elegir entre las edades que dan más satisfacciones. 'Los pequeñitos son estupendos, aunque den muchísima más guerra que los mayores'.

La 'seño Marlén' -así la llama el grupo que presentó su candidatura- asegura que el tiempo pasado con los chavales era 'una diversión, una pasión, un disfrute. Uno pasa mucho tiempo en su empleo y por eso tiene que estar contento en él: yo fui muy feliz y lo echo de menos'.

Recuerda de forma grata los últimos tiempos, cuando sólo tuvo que bregar a diario con 16 niños... 'porque en los primeros años (en otros lugares) llegué a tenerhasta 78 alumnos en la misma clase y hubo etapas en las que tuve 58 a mi cargo. Ahora puede parecer una barbaridad, y lo era, pero aprendían mucho, no se quedaban atrás'.

De Doña Emilia aprendieron lo imposible las muchas exalumnas (42) que la postularon al premio. Esta mujer enseñó en Hoznayo y Prellezo, pero el grueso de su carrera se desarrolló en dos centros santanderinos, el Fuente de la Salud y el Calvo Sotelo, 17 años en cada uno. Aunque concluyó su trayectoria profesional como profesora de Ciencias Sociales en el instituto Santa Clara de Santander.

A Emilia Quintana no le suponía un esfuerzo encaminarse a sus aulas. 'Me encantaba, y yo creo que eso se transmite. Desde que empecé, año tras año, enseñar fue 'una verdadera delicia'.

Hubo muchas alegrías, aunque también preocupaciones por el desarrollo de algunos chicos y mucho, mucho trabajo... 'que la horas que el profesor dedica en su casa a corregir y a preparar clases no se suelen ver'.

Estrecha fue la vinculación de Ana Moro al barrio en el que se desempeñó, el Pesquero, de Santander, del que ahora guarda 'sólo los buenos recuerdos, que son muchos'. Ana 'repetiría profesión y en el mismo sitio» tras haber enseñado durante 33 años en el colegio del lugar y pese a que opina que, a veces, la suya es una dedicación ingrata: 'Si el niño aprende, es que él es muy listo. Si no aprende, es que la profesora no sabe enseñarle'.

Era diferente

'Ella era diferente a las demás maestras', recuerda una exalumna. Distinta en lo pedagógico y en lo humano. La aludida -que sigue hablando por cursos lectivos y no por años- reflexiona sobre lo mucho que ha cambiado su sector con un solo dato: 'Al principio cobraba 5.000 pesetas mensuales'. Y pensar en las pantallas digitales y los medios de hoy le provoca un '¡ay si esto lo hubiéramos visto en nuestra época!. Ahora los medios son totalmente impresionantes'.

Las cinco mujeres suenan al otro lado del teléfono mucho más jóvenes de lo que reza su carné de identidad. Argumenta Emilia Quintana que quizá sea porque al maestro le rejuvenece trabajar con críos. Y todas reciben el galardón con gran sorpresa, muy agradecidas, hechas un manojo de nervios y pensando que 'a qué fin'.

Porque, apunta Mari Paz, ella sólo aplicó en el aula lo que le enseñó su padre: 'A hacer las cosas lo mejor que sepas porque es tu obligación'. O, como apunta Tere: 'Hice lo que tenía que hacer y me corresponden con respeto'. O, en palabras de Marlén: 'Me siento abrumada: era facilísimo ir contenta al trabajo y sacar lo mejor de los escolares'. También a Emilia le conmociona: 'Me parece increíble que, 40 años después, unas estudiantes se acordaran de mí'. A Ana le da cierto bochorno, 'quizá porque nunca esperas que nadie te reconozca nada'. Todas, maestras hasta el final.

Fuente: Diario Montañés 06-03-2011


 

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