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Luces y sombras del desarrollo rural

24/06/2010 Área: Eventos y Publicaciones Fuente: El Norte de Castilla

Tradicionalmente el término rural se ha venido asociando con todo lo «relativo al campo y sus labores», y así se recoge en la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española, de manera que el medio rural aparece íntimamente ligado al desarrollo de actividades agrícolas, ganaderas y silvícolas, que aglutinan a un elevado porcentaje de la población trabajadora rural y representan la base económica fundamental de muchas familias que viven en él.

Pero no es menos cierto que también se identifica con lo «inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas» y, de hecho, éste es el segundo significado que se encuentra. Estas interpretaciones han ido configurando una imagen de atraso y subdesarrollo del medio rural, fomentando una visión poco atractiva y dificultando su dinamización, situación que se hace mucho más patente cuando se compara con el medio urbano, modelo de progreso, desarrollo y bienestar.

Aunque también es justo reconocer que 'lo rural' no siempre implica una connotación negativa. En ocasiones se vincula con: lo tradicional frente a la modernidad; la tranquilidad frente a los continuos y vertiginosos cambios del entorno; lo familiar frente a la soledad; lo natural frente a lo artificial; lo artesanal frente a lo manufacturado; y, los espacios abiertos frente al hormiguero de las ciudades.

Todo ello conduce a que el medio rural se presente como una alternativa que ofrece nuevas oportunidades, que innova y que aprovecha los recursos de que dispone para generar empleo y riqueza. En este claroscuro se hace necesario identificar con mayor nitidez las luces (soluciones) de las sombras (problemas). Entre estas últimas destacan: la despoblación, la baja densidad (los municipios menores de 10.000 habitantes tienen en Castilla y León una media de 11,9 habitantes/km2, siendo la media nacional de 19,6), y la pérdida de población jóven y mejor preparada; la masculinización (en España el 20,5% de las mujeres vive en el medio rural, frente al 41,9% en Castilla y León) y el envejecimiento (el 36% de la población que habita en los municipios de menos de 10.000 habitantes de la región es mayor de 65 años), un serio obstáculo para introducir los cambios que se requieren; la carencia de servicios básicos y las dificultades de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación; la escasa diversificación de la economía rural; y, un tejido empresarial débil para garantizar la creación de puestos de trabajo y rentas (aunque los Programas Leader y Proder han contribuido a ello a lo largo de sus casi veinte años de existencia).

Estas sombras pueden ordenarse en una suerte de círculo vicioso: una baja densidad de población provoca la ausencia de masa crítica para la dotación de servicios e infraestructuras, lo que conlleva una reducida tasa de creación de empresas que se traduce en menores oportunidades de empleo, emigración y envejecimiento, situaciones que derivan, de nuevo, en una baja densidad de población..., y así, sucesivamente. Este oscuro panorama ¿tiene futuro? ¿Hay motivos para la esperanza?

Son las luces que emanan de un gran número de experiencias exitosas, como son las medidas que favorecen el relevo generacional en el sector agrario (ayudas al Cese Anticipado de la Actividad Agraria y a la Instalación de Jóvenes Agricultores); vinculan la modernización de las explotaciones a la transformación y comercialización de los productos que se obtienen en ellas (fomento de cooperativas y de asociaciones de productores agrarios); involucran a los productores en el desarrollo de nuevos productos y/o de calidad, bien de forma individual o a través de programas compartidos; potencian la colaboración mediante nuevas fórmulas de integración y servicios tendentes a reducir costes, facilitar la comercialización y la apertura de nuevos mercados; apoyan la innovación y la promoción comercial de los productos basados en la calidad, la diferenciación local, la seguridad alimentaria y la trazabilidad; facilitan una mayor presencia en el exterior; y, en general, todas aquellas iniciativas que impulsan una diversificación de las actividades económicas.

Decía Francisco Cambó, Ministro de Fomento entre marzo y noviembre de 1918 y de Hacienda entre agosto de 1921 y marzo de 1922, que «hay dos formas de llegar al desastre: una es pedir lo imposible; la otra, posponer lo inevitable». Pedir lo imposible es pensar que el medio rural puede mantenerse como hasta ahora. Posponer lo inevitable es dilatar la adopción de decisiones en materia de ordenación del territorio.

El desarrollo rural pasa por la coordinación de todas las políticas que inciden en el medio rural como la agraria, pero también las de infraestructuras, educación, sanidad, cohesión,... Y es en el marco de esta última donde se librará la batalla a la hora de fijar las perspectivas financieras de la Unión Europea a partir del 2014 ya que, por un lado, la Dirección General de Política Regional está presionando para llevarse el dinero del desarrollo rural e incluirlo en la política de cohesión territorial y, por otro, la Dirección General de Agricultura y Desarrollo Rural está intentando quedarse con ello demostrando lo que ha sido capaz de conseguir en esta materia, a partir de los resultados que se obtengan de la evaluación de los 89 Programas de Desarrollo Rural que se están ejecutando en los 27 Estados miembros.

Como ha sucedido en otras ocasiones se trata de una lucha política encarnizada que 'pilla' en medio del fuego cruzado a los verdaderos artífices del desarrollo rural: agricultores, ganaderos y emprendedores de todo tipo que han apostado por un medio, el rural, para alumbrar con un poco de luz las muchas sombras que se ciernen sobre él.

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