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De Barcelona al pueblo, impulsados por el teletrabajo y la pandemia: «Es como si lleváramos aquí toda la vida»

30/03/2021 Área: Desarrollo rural Fuente: 20 minutos

Marçal, de 8 años, y Jan, de seis, de excursión por Ulldemolins (Tarragona) con su abuela. La familia de Judit Monlleó marchó de Barcelona al pueblo tras el confinamiento de marzo de 2020.

Artículo de Puri Caro, publicado en 20 minutos.

Lo que apuntaba como una pequeña tendencia en Barcelona, a raíz del confinamiento domiciliario de mediados de marzo a finales de mayo del año pasado por la Covid, se ha materializado en datos este 2021. El Ayuntamiento de Barcelona ha analizado la pérdida de habitantes en la capital catalana entre el 1 de enero y el 1 de octubre de 2020, y ha contabilizado un total de 13.094 personas que se han borrado del padrón en este periodo de 9 meses para trasladarse a vivir a otra localidad por razones relacionadas con la pandemia o impulsados por los cambios de hábitos de vida que ha traído consigo el virus.

La Covid ha provocado un cambio de tendencia demográfico en la ciudad. El año pasado se registró una caída de inmigrantes del 43,7% y subió en un 8% en la cifra de personas que dejaron de vivir en Barcelona, tal y como indica el informe El movimiento  migratorio de Barcelona en tiempos de Covid-19 elaborado por la Oficina Municipal de Dades (OMD). 

Este mismo estudio municipal ha constatado que muchas de las personas que han decidido irse de la gran metrópolis han optado por marchar más allá del área metropolitana y optar por un cambio de vida radical, afincándose en municipios de menos de 5.000 habitantes. Algunos de ellos albergan tradicionalmente segundas residencias de costa (Sitges en el Garraf, Sant Pol de Mar en el Maresme o Platja d'Aro en la Costa Brava) y de montaña (Bellver de Cerdanya).

Estas personas han decidido instalarse de manera permanente en segundas residencias o en casas familiares rurales y son habitantes procedentes de zonas de la ciudad con una renta media-alta y alta como Pedralbes, la Vila Olímpica o Gràcia. Desgraciadamente, el aumento de la mortalidad que ha provocado la pandemia de coronavirus en la ciudad también ha incidido en esta pérdida poblacional experimentada.

El teletrabajo ha sido la catapulta de lanzamiento de muchas familias con niños pequeños a la hora de trasladar su primera residencia fuera de Barcelona. Pero esto no ha implicado necesariamente que hayan dejado de tener contacto con la capital, ya que el consistorio asegura que "no dejan de vivir realmente en la ciudad. Hay un uso muy fluido entre la ciudad y el municipio pequeño" en estos casos de movilidad geográfica.

Otro informe publicado en febrero, en este caso por parte del Observatori Metropolità de l'Habitatge de Barcelona (OHB) y basado en 4.500 encuestas a residentes, indica que un 16,9% de los hogares de Barcelona y el área metropolitana buscaban una vivienda el pasado mes de mayo o tenían la intención de hacerlo tras la desescalada de la primera ola de Covid. De estos, un 12,9% se encontraban en búsqueda activa antes de la aparición del virus y un 4% lo decidió fruto de la emergencia sanitaria. 

La vida en Ulldemolins, un pueblo de 398 habitantes 

La familia de Judit Monlleó decidió marchar en julio del año pasado de su domicilio en el barrio de Gràcia a la casa familiar de Ulldemolins (Tarragona), un pueblo de 398 habitantes, tras el confinamiento estricto de la primavera de 2020. Judit es nacida en la localidad y su pareja, Marcel, veraneaba en ella. Allí se conocieron.

Los dos y sus dos hijos pequeños (Marçal, de 8 años y Jan, de seis) van a cumplir en septiembre un año en el pueblo. Los niños se han adaptado "estupendamente" al colegio, que ha sorprendido "muy gratamente" a los padres, explica Judit a 20minutos.es. 

"Fue una decisión tomada sobre la base de una cierta incertidumbre. A mi pareja le aseguraron que podría hacer teletrabajo y nos tiramos a la piscina, nos gustaba mucho la idea de que los niños pasaran un año haciendo vida rural", admite Judit, de 40 años. 

No fue una huida de la gran ciudad, puesto que su piso de Barcelona no es pequeño y además pueden disfrutar de la azotea. Pero en Ulldemolins tienen un contacto directo con la naturaleza: "Lo que más nos gusta es hacer caminatas por la montaña y coger la bici, en Barcelona era inviable".

"Fue una decisión tomada sobre la base de una cierta incertidumbre. A mi pareja le aseguraron que podría hacer teletrabajo y nos tiramos a la piscina" 

"La parte más negativa es que yo sí que he seguido yendo tres o cuatro días al trabajo a Barcelona. Son 150 kilómetros de autopista y peaje", comenta Judit. Pero ello no impide que se sientan "muy felices" con la decisión que tomaron: "Es como si lleváramos toda la vida en el pueblo. Y los niños se han adaptado súper bien". Están en una casa con jardín y muy bien ubicada y con vistas a la sierra del Montsant, una de las joyas naturales de la comarca del Priorat.

En la decisión de esta familia no pesó tanto la pandemia como que Barcelona "ha perdido atractivo" con las restricciones por la Covid, "al no poder hacer tantas cosas como hacían antes", comenta. 

Además, los dos hermanos apenas se veían entre ellos en toda la jornada escolar y en Ulldemolins son 26 niños en total en todo el colegio, con un profesor por cada 9 o 12 alumnos en función de si son más pequeños o más grandes. "Hay una enseñanza de gran calidad con un trato más personalizado. Es muy positivo", asegura Judit. 

"Lo consideramos un regalo brutal para los niños por la libertad que tienen de quedar cada tarde para jugar en la plaza con otros niños, de ir solos por el pueblo con sus amigos...a pesar de la mascarilla y de que haya una normalidad que tampoco es la de siempre", añade la madre de Jan y de Marçal. Y Judit puede ver cada día a su abuela, "que ya tiene 89 años", remarca.

¿Y si hay que volver a Barcelona?: "Los niños estarían encantados de volver, les encanta Barcelona. Pero no saben cómo está ahora, porque ellos no la han visto desde septiembre de 2020". 

Carmen Gállego, de la Vila Olímpica a Sitges 

Carmen, de 56 años y empresaria, ha cambiado su piso de la Vila Olímpica de Barcelona por su casa de fin de semana en Sitges. Era un pensamiento que iba amasando desde que compró la segunda residencia, pero que con la irrupción de la pandemia se ha precipitado. De momento, casi todo son ventajas para Carmen. "Me ahorro todas las caravanas del mundo para ir a la fábrica (que está en la población de Gavà) desde Sitges y no desde Barcelona", comenta. 

Mientras que en Barcelona tiene un piso de 50 metros, en Sitges (a 32 kilómetros de Barcelona y con unos 28.000 habitantes) dispone de una casa "luminosa, grande, con todo abierto, soleada". Por eso decidió que los primeros 15 días del encierro domiciliario, que acabaron siendo dos meses y medio, lo pasaría allí. Ya no se ha movido. 

"Ahora cuando vuelvo a casa del trabajo veo que la vida aquí es otro mundo. Tengo huerto, jardín, mis plantas...", explica.

A nivel económico y de salud también ha experimentado mejoras: "Desde que estoy en Sitges no he vuelto a tomar pastillas para dormir, aquí me despierto con los pájaros. Este fue el primer gran cambio que noté", asegura. 

En cuanto a los recibos de suministros, la última factura bimensual de la luz que ha pagado ha sido 160 euros más barata en Sitges que en Barcelona, teniendo en cuenta además que la población del Garraf es de las más caras de Cataluña, y que vive en una parcela de 400 metros: "Esta casa es muy luminosa y la calefacción solo la  pones desde que cae el sol y hasta que te vas a dormir". 

"Además, como tengo el huerto, hay muchas cosas que ya no compras", añade. Hasta ha descubierto nuevos hobbies, como la costura o la preparación de pan en casa. "Estoy mucho tiempo en la calle, he caminado mucho por la montaña para desconectar". La experiencia no la cambia por volver a Barcelona y solo la retendrá en la ciudad su hija universitaria.

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