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La metropolización de Madrid vacía las provincias ricas de España

02/10/2019 Área: Desarrollo rural Fuente: El Confidencial

Reportaje de Javier G. Jorrín, María Zuil y Jesús Escudero, publicado en El Confidencial.

Estación de Chamartín, viernes a las 15:00 de la tarde. El hall de salidas es un hervidero de maletas y viajeros que, después de consultar diligentemente en las pantallas, buscan el andén que les llevará a su destino. Entre ellos hay muchos habituales a esta cita semanal: personas que hacen vida en la capital de lunes a viernes, pero que el fin de semana vuelven a sus provincias de nacimiento.

Óscar es uno de ellos. Lleva seis años trabajando en el sector de la moda en Madrid, pero se escapa a Tarragona siempre que puede. "Todos acabamos aquí porque es una ciudad de paso, y queremos tener la experiencia de vivir en la capital", cuenta mientras espera la salida de su tren. "Pero yo vuelvo todos los fines de semana. Echo de menos la playa, a eso sí que no me acostumbro".

Para Juan, ferrolano de 42 años, Madrid se ha convertido en su proyecto de vida, después de llegar aquí con su mujer hace ocho años. "Me parece que es la ciudad que más me ofrece ahora mismo, además de que, por mi trabajo, no podría estar en otro sitio", explica este funcionario mientras espera el tren que le reúne con su familia de vacaciones: "Aquí mis hijos pueden ir a la universidad, trabajar de lo que quieran, podemos conciliar... En Madrid acaba todo el mundo que tiene un trabajo a largo plazo".

MADRID RECIBE 100.000 PERSONAS DE OTRAS PROVINCIAS AL AÑO

Cada año llegan casi 100.000 nuevos inmigrantes de otras comunidades autónomas a Madrid, en busca de unas salidas laborales y una trayectoria que se les quedan cortas en sus provincias de origen. Aunque la capital siempre ha sido un polo de atracción, es en los últimos años cuando se está posicionando como la única opción posible para gran parte de la población. La diferencia es que ya no llegan con el hatillo del pueblo, sino con un máster a la espalda.

Desde la década de los cincuenta hasta los ochenta España vivió el mayor flujo demográfico de su historia: el éxodo rural. El campo se mecanizó y expulsó a millones de familias que huyeron hacia las ciudades buscando un empleo en la industria como mano de obra barata. Este movimiento urbanizó al país creando un entramado de capitales de provincia que crecieron rápidamente hasta la década de los ochenta y vació los pueblos.

A partir los noventa, la industrialización fue sustituida por la globalización y la automatización, que irrumpieron en España gracias a la apertura al exterior. En ese momento comenzaron a cambiar los flujos de población: el motor de las migraciones dejó de ser el hambre y pasó a ser la ambición profesional de quien buscaba un puesto de trabajo acorde a su preparación.

Fue así como el proceso de urbanización se transformó en otro de metropolización, que ha concentrado las actividades de alto valor añadido en las dos grandes ciudades españolas: Barcelona y, especialmente, Madrid. Los pequeños pueblos de las dos mesetas ya están desiertos y las grandes metrópolis empiezan a vaciar también ciudades hasta ahora grandes y ricas, pero que se están quedando atrás en este nuevo escenario global.

"Las pequeñas y medianas ciudades tienen mucha dificultad para generar tejidos productivos, lo que provoca que sean las regiones emisoras que más jóvenes mandan hacia Madrid", explica Miguel González-Leonardo, investigador del Centre d'Estudis Demogràfics. Esto explica que los flujos desde las dos Castillas hacia Madrid se hayan reducido levemente mientras que otros, como los procedentes de Andalucía, Aragón o Navarra, estén en máximos.

Durante las décadas de industrialización, las ciudades españolas pudieron competir por atraer fábricas: bastaban buenas comunicaciones y mano de obra barata. Sin embargo, en el siglo XXI las multinacionales de servicios han sustituido a la industria y estas empresas buscan localizarse en las grandes metrópolis, con economías de escala y abundante mano de obra cualificada. Madrid y Barcelona están vaciando a otras ciudades grandes de España que son incapaces de competir en esta economía global.

En las dos últimas décadas se ha triplicado el flujo de población desde las ciudades de Valencia o Sevilla a Madrid y se ha duplicado el de Zaragoza o Pamplona. Grandes ciudades con una renta alta que pierden población porque no pueden ofrecer los empleos que solo existen en la capital del país, lo que significa que el vaciamiento de España se empieza a extender a zonas prósperas.

Para Marta, por ejemplo, Madrid no era una opción. Era la única opción. "Cuando acabé publicidad, solo había ofertas de trabajo aquí o en Barcelona. Como soy de Ponferrada, la capital me pillaba mejor y llevo ya nueve años", explica mientras espera la salida de su tren. "Con Madrid tengo una relación de amor-odio. Te ofrece muchas cosas, pero soy de provincia, y tanto caos y tráfico me agobia un poco. Me volvería a Ponferrada o a cualquier otro sitio, pero el trabajo está aquí y hay que adaptarse".

Madrid ya no atrae a población campesina sin estudios, sino que se lleva a la población clave: los jóvenes cualificados. Este fenómeno, conocido como ‘drain brain' o fuga de cerebros, no es otra cosa que la descapitalización humana de un territorio.

Esta es la segunda despoblación de España como consecuencia de su proceso de metropolización. Sin embargo, esta fase es mucho más grave porque supone la condena definitiva a las regiones que se vacían, ya que no solo pierden su presente, sino que también se quedan sin futuro. "La emigración del talento local tiene consecuencias negativas para el desarrollo endógeno y alimenta los procesos de acumulación en las áreas receptoras que se benefician del capital humano importado", explican Miguel González-Leonardo, Antonio López-Gay y Joaquín Recaño en un reciente estudio publicado por el Centre d'Estudis Demogràfics.

MADRID, UN AGUJERO NEGRO

El 40% de los empleos de alto nivel tecnológico que se han creado en España en la última década se concentran en la Comunidad de Madrid. Esto significa que si un joven con alta cualificación quiere encontrar un buen empleo está casi condenado a emigrar a Madrid. Sencillamente, es donde están las oportunidades. Ya no están en el campo, pero tampoco en las capitales de provincia.

Para trabajar en las oficinas de Google, Amazon o Facebook, es necesario mudarse a Madrid. Pero ocurre lo mismo para trabajar en las ciudades financieras del Banco Santander o el BBVA: los dos gigantes españoles son bancos ‘provincianos' que también se han mudado a la capital.

Los compañeros de trabajo de Yolanda, una ingeniera industrial en una multinacional de automoción, son el mejor ejemplo de la diversidad de regiones que se concentran en la capital. "Hay mucha gente de fuera: de Valladolid, del País Vasco en mi caso, franceses también... igual de 40 solo hay diez madrileños", explica. "En mi caso también habría tenido oportunidades laborales en mi provincia, pero Madrid me ofrece muchas otras cosas, como ocio, un círculo de amigos más grande o estar mejor conectada con el resto de España y con Europa".

Este proceso de metropolización no es exclusivo de España, sino que está extendido por varias capitales europeas, como Londres o París y es el fruto de la concentración de las grandes empresas multinacionales en torno al centro político y económico de los países. Esto ha permitido a Madrid situarse a la altura de las grandes urbes europeas. Por ejemplo, el 8,2% del empleo de la comunidad es de alta tecnología, porcentaje que iguala al de Londres y se sitúa entre los diez primeros del continente.

La demanda de mano de obra cualificada, unido a la escasez de oportunidades en el resto del país, provoca que los flujos migratorios hacia Madrid arrastren un elevado capital humano. El 65% de los jóvenes españoles de 25 a 39 años que llegaron a la comunidad desde otras regiones tenía titulación universitaria. Ninguna otra región se acerca a esta cifra: Cataluña se queda en un 47% y el resto está por debajo del 45%.

El otro lado de la misma moneda es que los emigrantes de las comunidades emisoras se van con un elevado nivel formativo. Navarra tiene los peores datos: casi el 60% de sus emigrantes tiene un título universitario. Eso significa que, aunque esta comunidad tenga una de las rentas per cápita más altas de España y universidades con prestigio internacional, no puede competir contra Madrid. Datos similares se dan en el resto del norte: en Asturias, Castilla y León, Aragón y Galicia más de la mitad de los emigrantes hacia otras comunidades españolas tienen titulación superior.

"Los autóctonos de 25 a 39 años que han emigrado tienen un nivel educativo superior respecto a sus homólogos que permanecen en la región de nacimiento", explica González-Leonardo. Es así como la inversión en formación de las regiones emisoras provoca una despoblación acelerada, ya que el porcentaje de emigración entre los titulados es superior. Por ejemplo, en Castilla y León o Galicia, solo el 30% de los jóvenes que se quedan tiene estudios universitarios; sin embargo, de los que se van, más del 50% tiene formación. Esta descapitalización se retroalimenta hasta el punto de que ninguna ciudad española puede competir ya con Madrid. Ni siquiera Barcelona.

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