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La cultura y el patrimonio como antídotos contra la despoblación

14/09/2020 Área: Desarrollo rural Fuente: La Vanguardia

https://www.lavanguardia.com/r/GODO/LV/p7/Cultura/2020/09/05/Recortada/img_fernando_20200901-165543_imagenes_lv_terceros_dji_0101-kfHF--656x369@LaVanguardia-Web.JPG

El mayor acercamiento al medio rural por la pandemia favorece el aprovechamiento del patrimonio como estrategia contra la despoblación.

Artículo de Fernando García, publicado en La Vanguardia.

"Se vende pueblo abandonado y en ruinas. "Ideal para uso propio o negocio de resort con glamour. Rebajado a 450.000 euros. En Lleida, a 18 kilómetros de Andorra, en una zona muy tranquila, soleada, con microclima benigno y amplias vistas. Idóneo para amantes de la naturaleza, el esquí y la tranquilidad". Así lo anuncia el portal de Internet Aldeasabandonadas.com; sin dar el nombre de la localidad por motivos de "confidencialidad" y para evitar saqueos.

Es una de las 127 poblaciones enteras en venta que el sitio de Internet tiene en oferta. Los precios son muy dispares. El catálogo incluye un pueblo que se regala -salvo los honorarios de la mediación-, a cambio de que el comprador lo rehabilite. Es A Barca, un enclave de 12 viviendas en el interior de Ourense.

El despoblamiento del mundo rural se convirtió en preocupación de primer orden hace algo más de un año, cuando de pronto en todos sitios empezó a hablarse de "la España vacía". Un año después llegó la pandemia y a muchos urbanitas se les ocurrió que vivir en el campo sería tal vez una buena idea. Pero no era ni es tan sencillo.

Para repoblar y reactivar esa España menguada se necesita crear comunidades, medios de vida, infraestructuras, servicios... Y uno de los grandes recursos que pueden hacerlo posible es el patrimonio cultural, tanto el de los monumentos como el de la naturaleza modulada por el hombre. Y en España el 80% de ese patrimonio está en el espacio rural. El asunto se ha tratado este verano en un encuentro de tres días sobre Despoblamiento rural: cómo invertir la tendencia , celebrado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander ( UIMP ) en colaboración con el World Monuments Fund y bajo dirección de José María Ballester, de la Fundación Botín.

Aprovechar el boom rural

"La pandemia ha puesto de manifiesto el interés por acercarse al campo e incluso vivir en él". Lo dice el presidente de la Red Española de Desarrollo Rural y alcalde del municipio cántabro de Peñarrubia, Secundino Caso Roiz. En los pueblos de su comarca (Liébana), en los Picos de Europa, el turismo se ha "desbordado" este verano. Y lo más llamativo: en algunas localidades se han registrado "incrementos de dos y tres puntos en los índices de empadronamiento".

Ello alimenta las esperanzas de que esa nueva mirada del urbanita vaya más allá de la fiebre inducida por la búsqueda de libertad y parajes amplios tras el duro confinamiento en la gran ciudad. Y que el fenómeno no se quede en invasiones puntuales como la que en Cantabria protagonizaron los cientos de personas que cada día de agosto y julio acudieron al bosque de secuoyas del Monte Cabezón o, en la propia Peñarrubia, la Senda Mitológica del Monte Hozarco. En la misma charla en la UIMP, el catedrático de Geografía Humana y presidente de la Universidad Internacional de La Rioja, Rafael Puyol, avisa: "No nos hagamos ilusiones con la idea de la repoblación rural por la pandemia, que por ahora no es significativa estadísticamente".

Los datos y la experiencia dan la razón a Puyol: revertir un fenómeno tan extenso y profundo como la despoblación del campo es complicado y lleva tiempo. Esto lo saben bien en el Valle Salado de Añana, en Álava. Se trata de la fábrica de sal más antigua del mundo, con 7.000 años de existencia. El compuesto emerge hacia la superficie desde el antiguo mar de Tetis, ocluido hace 250 millones de años, gracias a un fenómeno geológico denominado diapiro.

Después de unas primeras explotaciones en el Neolítico a base de aparatosas operaciones de hervido de la salmuera, en el siglo I antes de Cristo los romanos inventaron el sistema de extracción de la sal mediante su evaporación por acción del sol y el viento en grandes terrazas. Un procedimiento que sigue vigente y dando vida al pueblo de Añana y alrededores pese a que, a causa del envejecimiento del personal y la huida en masa a las ciudades, anduvo de capa caída durante decenios y hasta hace no muchos años. Hasta que, a finales de los 90, un grupo de profesionales, instituciones y ciudadanos decidieron revitalizarlo.

El resultado es espectacular. Tal como indica orgulloso el director de la fundación que rige el valle, Daniel Solana, las instalaciones recibieron el año pasado la cifra récord de 96.000 visitantes: un 50% más que cinco años atrás. La producción y venta de la sal de primera calidad que de allí sale aumentaron en igual medida. Lo mismo que el interés del público, cada vez más internacional, en las explicaciones de geología, biología e historia que aderezan esas visitas. Todo lo cual crea empleo, fija población joven y asegura el futuro.

La salvación de los olivos

Otro caso de éxito en el rescate de la vida en el campo a través de su patrimonio es el del cuidado y explotación ecológica de los olivos milenarios del Territorio Sénia, una mancomunidad constituida hace 15 años por 27 municipios de Catalunya, Valencia y Aragón en los que, sobre una superficie de 2.000 kilómetros cuadrados, habitan 111.000 personas.

En su afán por frenar el expolio de estos árboles monumentales de hasta 1.706 años, agricultores, empresarios y representantes institucionales se unieron para proteger los más de 6.000 viejos olivos censados al tiempo que hacían compatible la producción de su aceite con la organización del turismo cultural y gastronómico en torno a ellos. Y también funcionó. En diez años la producción certificada de aceite de olivos monumentales ha pasado de 300 a 10.000 litros de aceite. Donde había un molino ahora hay una decena. El Territorio Sénia es ya un destino turístico de moda.

Rescates monumentales

La conservación y restauración de monumentos y obras de arte es tal vez la acción más visible y obvia a la hora de proteger la cultura y utilizarla en beneficio de la comunidad. Pero mientras las grandes catedrales y edificios más célebres se llevan los titulares, en algunos pueblos se libran batallas a veces heroicas que merecería la pena desvelar.

Es el caso del conjunto monumental de Portilla en Zambrana, en la frontera de la Rioja alavesa con Castilla. Allí, un hermoso castillo que en el siglo XI resultaba crucial en el paso entre Vitoria y Navarra se estaba cayendo en pedazos. Y fueron los pobladores de Zambrana los que tomaron la iniciativa para evitarlo y para impedir que, junto con las piedras del fuerte y los antiguos edificios a su alrededor, el pueblo mismo desapareciera.

"Dolidos por el estado de las ruinas, un grupo de jóvenes iniciaron labores de limpieza, desbroces y cuidados organizadas por ellos mismos", recuerda el arquitecto ahora implicado en el proyecto, Jorge Rodríguez.

Hoy, lo que antes eran unas ruinas penosas constituye un yacimiento arqueológico de alto interés que, con unas vistas alucinantes y el gancho añadido de montajes teatrales y otros eventos, atrae a miles de personas cada año y da sentido a seguir viviendo en la zona. Un objetivo que, siquiera a una escala más modesta, el World Monuments Fund persigue en la comarca de la Tebaida leonesa, rica en patrimonio monumental y natural. Allí, en el bello pueblo de Peñalba, con 13 habitantes, está la iglesia de Santiago de Peñalba, una joya mozárabe con restos de pintura de los siglos IX y X ahora en proceso de restauración.

Entendemos que la comarca -muy castigada por las migraciones y la crisis del carbón- tiene el potencial de regenerarse volcando los recursos de patrimonio cultural y natural hacia un turismo sostenible", dice el director del WMF en España, Pablo Longoria. En concreto, el Fondo apoya la restauración de la iglesia en colaboración con la Junta de Castilla y León.

Minas: de la necesidad, virtud.

El fin de la minería del carbón en los últimos decenios sumió a extensas áreas del país en la depresión y el riesgo de desertización. En algunas zonas, como la de Ponferrada en León o Andorra-Sierra de Arcos y Cuencas Mineras en Teruel, le han dado la vuelta a la tortilla y convertido la historia de las minas en un veta enorme para el desarrollo y la repoblación.

Miles de personas visitan cada año instalaciones fundadas bajo esta estrategia como el Museo de la Energía montado en la antigua central térmica de la Minero Siderúrgica de Ponferrada o el Parque Temático de la Minería de Utrillas (Teruel), con antiguos edificios rehabilitados y un tren que recorre el complejo. Un filón, dicen todos allí.

Un pueblo que lee y es leído

Un monumento, un bello paisaje o un sabroso producto de la tierra ofrecen a priori más tirón que una tienda de libros. Pero en la localidad vallisoletana de Urueña, sus 189 habitantes presumen de prosperidad desde que hace 13 años la Diputación los empujó a seguir los pasos de la ciudad galesa de Hay-on-Wye -cuna del Hay Festival- y hacer de la literatura un motor de desarrollo. Ahora Urueña es conocido como "el pueblo con más librerías que bares": diez librerías, todas temáticas, a las que suma cinco museos -entre ellos uno de cuentos, otro de música y otro de campanas- y un taller de encuadernación.

El lugar recibe a unos 20.000 visitantes al año. Y la paradoja es que gracias a ello también ha crecido allí la hostelería. Antes del proyecto de los libros había un mesón; ahora hay ocho bares y restaurantes más tres casas rurales. La cultura alimenta al pueblo.

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