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De arriba abajo y de izquierda a derecha: Teresita de Jesús Díaz Santamaria (México), Laura San Felipe (Segovia), Nelia Pulido (Cáceres) y Nelly Susana Guaman (Ecuador).

La traducción más común de Chichen Itzá -en maya "En la boca del pozo de los brujos, magos o sabios del agua"- hace referencia al pasado de los itzaes, un pueblo maya conocido por su poder local y su gran conocimiento sobre astronomía. En este sitio arqueológico -el más visitado de México y ahora cerrado por segundo año consecutivo por motivos sanitarios-, el pasado de los sabios mayas convive con el de sus guardianes actuales. Al igual que hace siglos, esta zona sagrada sigue proveyendo de sustento a las familias locales, aunque ahora por otros medios, especialmente la artesanía. Ante el imponente Templo de Kukulcán, los visitantes se mezclan con los puestos de artesanía. Entre ellos destaca una figura, pese a su menudez, la de Teresita de Jesús Díaz Santamaria. Esta mujer, docente de profesión, se enamoró de la artesanía hace más de 30 años, y en la actualidad sigue desarrollando su actividad entre las edificaciones de sus ancestros mayas. Líder sindical y una referente de las reivindicaciones locales y del emprendimiento comunitario, Teresita defiende los intereses de los productores y artesanos locales y contribuye a preservar su dignidad, lo que la han convertido en todo un icono para la comunidad local.

A unos 3.000 km de allí, la ecuatoriana Nelly Susana Guaman visita como cada día su plantación, a la que ha dedicado casi una década de vida. En su caso, el emprendimiento fue un camino natural dadas las circunstancias del territorio en el que vive, la región de Sucumbíos en Ecuador.  "Decidimos emprender debido a la situación laboral de nuestro cantón", afirma Nelly, formada como Técnica en Urgencias Médicas pero reconvertida a agricultora. Desde hace más de ocho años, se dedica al cultivo de la caña de azúcar, con la que produce panela artesanal, reconocida por su calidad y su identidad social. Gran defensora del asociacionismo como método de empoderamiento -ella y sus familiares pertenecen a la asociación ECOMORE- también trabaja cultivos como la piña, el plátano y la yuca, que son comercializados en localidades cercanas cubriendo así ciertas necesidades de la población local. Es precisamente la comercialización de sus productos lo que supone su mayor desafío. «Hemos logrado ubicar nuestro producto a ciertos clientes específicos, pero la competencia dificulta mantenerse con canales de comercialización estables y siempre estoy promocionando y buscando nuevas opciones», explica.

Aún más lejos de allí, cruzando el Atlántico, en la comarca cacereña de Las Villuercas, con el Monasterio de Guadalupe como testigo de excepción, Nelia Pulido representa a la quinta generación de apicultores de su familia. Diplomada en Gestión y Administración Pública por la Universidad de Extremadura, actualmente desempeña el cargo de Directora de Delegación de la provincia Cáceres del Grupo Adecco, una labor que compagina con su pasión. Como Directora Técnica de la Denominación de Origen Protegida Miel Villuercas Ibores, esta joven ejecutiva logró el reconocimiento de la Comisión Europea y la inscripción en el registro comunitario de dicha miel. El año pasado, en plena pandemia, decidió apostar por un sector que conoce a la perfección y en el que atesora conocimientos impagables, la apicultura. Por ello, lanzó el proyecto Geoabejas, fruto de la tradición apicultora de su familia dedicada a las abejas y la miel y su carácter emprendedor. Además de elaborar y distribuir sus propias mieles, también ofrecen experiencias únicas que ayudan a descubrir qué hay detrás de cada tarro de miel. Sin embargo, su cruzada personal se centra en otro aspecto: lograr que la innovación aterrice de una vez por todas en el sector de la apicultura. «Hay que quitarle la boina a la apicultura», afirma categórica. «Al igual que sectores como el del aceite han invertido y apostado por la innovación, el sector del apicultor todavía tiene pendiente dar ese paso, y qué mejor que una mujer para impulsarlo».

Y, un poco más cerca, en el pequeño municipio de Cantalejo (Segovia), una mujer de 32 años se sienta en su despacho y analiza desde su ordenador cómo ayudar a los negocios rurales a crecer y lograr visibilidad. ¿De qué sirve formarse al más alto nivel si tus necesidades y anhelos se encuentran en otra parte? Esa es la pregunta que se hizo Laura San Felipe, doctora en comunicación que, un buen día, decidió montar su propio negocio en el medio rural. Cuando volvió de Ecuador, tras una experiencia docente, en lugar de volver a Madrid, lugar donde residía, decidió dar un vuelco a su vida y volver a vivir en su pueblo. «Me enfrento cada día a ‘partir de cero'», reconoce. «Al ser madre, entendí que necesitaba un proyecto de vida más ambicioso -en el buen sentido de la palabra-, por lo que decidí unir mi pasión -la comunicación- con las necesidades de mi entorno», justifica. «Quiero inspirar o ser referente para las siguientes generaciones, y demostrar que, tras formarse, cualquiera debería poder vivir en el lugar en el que le gusta estar».

Al igual que Nelly, Laura, Teresita o Nelia, Sophie, Adela, Esther, Karina, Rosalinda... más de 70 mujeres de 7 países diferentes (Guatemala, Ecuador, México, Costa Rica, Perú, Paraguay y España) se darán cita en el taller exploratorio 'Encuentro de Mujeres del Medio rural de América latina y Caribe y España' organizado por la Red Española de Desarrollo Rural con la colaboración del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Una cita que servirá para analizar y compartir experiencias de mujeres rurales emprendedoras a ambos lados del Atlántico y acercarnos a su realidad. ¿A qué desafíos se enfrentan? ¿Qué diferencias sustanciales existen entre ambos continentes? ¿Cómo catalizar todo este conocimiento para conservarlo y a su vez promocionarlo? El encuentro quiere contribuir a analizar todas las posibles alternativas que existen para capitalizar todo el saber de estas empresarias rurales líderes, con especial atención a la posibilidad de crear una red de emprendedoras con capacidad de atesorar y multiplicar todo este valioso know how.

Desde REDR creemos firmemente que el saber y conocimiento de todas estas mujeres rurales tiene un valor incalculable: el medio rural quedaría huérfano sin su empeño y su dedicación. Su labor tiene un doble valor dado que, en la gran mayoría de los casos, tienen que enfrentarse a una doble discriminación por su condición de mujeres rurales.